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Moricandia arvensis

Si en botánica no nos interesara más que el nombre de cada planta, sería equivalente a que de las personas que nos rodean sólo nos interesasen sus nombres. Me explico. Cada vez que una nueva planta se nos cruza en el camino se inicia una relación que abarca muchas facetas. Es como iniciar una relación de amistad. Al iniciar la amistad con una persona, probablemente, lo primero con lo que nos quedamos es su aspecto general. En el caso de las plantas es lo mismo. Al ver Moricandia arvensis quizá lo primero en lo que nos fijemos sea en el delicado y peculiar colorido de los pétalos. Pero al estrechar la relación percibimos detalles que nos pasaron desapercibidos en una primera mirada. Una visión más pormenorizada nos revela sus finos y alargados  frutos, la carnosidad de las abrazadoras hojas, el tacto sedoso de los tallos y el color glauco de sus hojas y ramas. Una vez que esto es familiar ya nos es más fácil recordar su nombre, pero queremos profundizar más en esa relación. Queremos saber dónde vive, cuáles son sus gustos, quiénes son sus amigos, de qué vive, de dónde viene. Moricandia arvensis no vive en cualquier lado, prefiere lugares removidos, espacios alterados por el ser humano. Gusta de escombreras y cunetas. Para profundizar esa amistad también nos interesamos por sus necesidades y así descubrimos que Moricandia no es una planta que guste de fríos, prospera en primavera, pero alargará su vida hasta el verano. Esto nos lleva a preguntar por sus orígenes, y descubrimos que es planta del oeste mediterráneo, vive tanto en el norte de África como en el suroeste de Europa. Este carácter mediterráneo quizá sea la causa de la poca  exigencia en cuanto a la elección del suelo, tanto le da un suelo ácido como básico, aunque comprobamos que se prodiga sin problemas en los inhóspitos yesos. Preguntando por su historia, habremos podido observar que es una planta que hace unos años era bastante rara de ver, y que en la actualidad es frecuente verla en las cunetas de la carretera. Basta ir por la nacional hacia Huesca para comprobar cómo se ha extendido. Respecto a sus amigos, vemos que no es una planta con amistades inseparables, como sucede con otras plantas a las  que siempre se las ve rodeadas de las mismas amigas. Quizá por las características del lugar donde mora, la vemos en compañía de gran variedad de especies, todas oportunistas, como las malvas, cenizos y curiosamente muchas de su propia familia (las crucíferas). Hemos llegado al capítulo de la familia. Ya conocemos a muchas de sus parientes, nos son familiares las  flores de todas sus primas, siempre con cuatro pétalos en cruz, por lo que no nos cuesta iniciar la relación con una nueva conocida de esta vasto clan.
Además estamos agradecidos a esta familia que en no pocas ocasiones son un rico y nutritivo alimento: nos comemos las raíces de rábanos, y nabos; hojas de coles y berros; flores de brócolis y coliflores; semillas  de las mostazas. Pero como la amistad que estamos iniciando no se basa en el interés particular, no importa que Moricandia arvensis no se sume a las lista de las "aprovechables".
Como lo nuestro es una amistad desinteresada, nos basta con conocer, contemplar, y alegrarnos con su presencia cada vez que la primavera se renueva. Y tratándose de una nueva amistad, qué mejor que compartirla, darla a conocer a otros amigos, como por ejemplo los que estas líneas están leyendo.

Hornungia petraea subsp. petraea


Ya hace días que el aroma de los almendros impregna el aire y  sentimos la juventud de la estación  bajo nuestros pies. El aviso de los almendros es precoz. Pobres almendros, pese a estar con nosotros desde hace más de dos mil años, todavía no han aprendido los rigores de nuestro clima. 
Entre las plantas que reciben tempranamente la llamada de la primavera está la pequeñísima Hornungia petraea. Para encontrarla, el caminante dejará de lado los altos herbazales, pardos aún por el invierno, y buscará los pequeños claros, pradillos someros, que nacen en suelos desnudos y poco profundos, a veces en la costra de los yesos, en otras ocasiones en la repisa de las rocas areniscas o calcáreas. La observación se centrará en el verde tierno de los musgos, y junto a ellos, los minúsculos puntos blancos de la flor de la Hornungia, que vemos se mezcla con otras pequeñas anuales como  es el caso de Erophyla verna. Ha nacido hace pocas semanas, y todavía no sobrepasa a los filamentos fértiles del musgo. Será necesario acercarnos a su mínima escala para poder contemplarla. Concentrar la mirada en estos universos reducidos es como realizar un repentino viaje hacia un mundo diferente.
Las flores las vemos agrupadas en racimos. Los pétalos no alcanzan el milímetro de longitud (si tuviera casi 2 milímetros estaríamos ante la subespecie aragonensis). Vemos las hojas oblongas, que están divididas en impar número de segmentos todos carnosos y brillantes, agudos en el extremo. 
Esta hierbecilla tiene un ciclo de vida anual. Adaptada a vivir en suelos leves, no invierte energía en fabricar ni leña ni potentes raíces. 
El primer paso de su crecimiento es formar una roseta de hojas aplicadas al suelo que reciban bien los discretos rayos solares del invierno. Los azúcares que generen las hojas se destinan tempranamente para desarrollar un tallo florífero lo antes posible. Tallo que crecerá con floración continua durante meses hasta llegar a los 10 cm.
Si la comparamos con el almendro, su estrategia vital es diametralmente opuesta. Para la Hornungia no es importante protegerse para prolongar la vida. Cuenta con un año para completar su ciclo. Todo va dirigido a conservar la especie en un medio hostil: germinar pronto para tener una buena posición de partida en la carrera por obtener luz. Florecer  prolongadamente para generar cuantas más semillas mejor. No distraerse en elementos innecesarios como protección de semillas o tallos. Aprovechar la estación húmeda para nacer y crecer, y esperar al verano para morir.


Crocus nevadensis. "azafrán silvestre"



























Este blanco azafrán, inicia la floración cuando el campo está todavía desnudo, apenas algunas anuales comienzan a nacer, y tanto los hielos como la nieve dejan paso a un suelo saturado de humedad. Ha pasado la mayor parte del año aguardando este momento, aprovecha la energía acumulada en el sólido bulbo profundamente enterrado para hacer nacer a un tiempo hojas y flor.  
La semana pasada llovió para la Candelera (Si la Candelera plora el invierno está fora, y si no plora ni dentro ni fora). Ahora que veo estos azafranes puntear de blanco vaguadas y laderas  en los cerros de yeso del sur de Barbastro  me convenzo de que el invierno ya está ganado.  Al fotografiar los dispersos ejemplares que encuentro paseando por las proximidades de Fuente Amarga recuerdo la primera vez que vi esta planta. Era en el pico Oturia, a casi 1.900. Era tierra de Sabiñánigo, después de ver las ermitas de Santa Orosia, ya entrado el mes de mayo. Allí se acababa de retirar la nieve y el pasto también tenía el color pardo del reciente frío. Tierras altas y llano guardan semejanzas que ésta pequeña planta conoce. Aquí crece a apenas 400m. allá al norte a casi 2000, pero clima y suelo son comunes en diferentes meses del año. Crocus nevadensis es un endemismo ibero-magrebí que sabe buscar suelos relativamente profundos aunque alrededor afloren yesos o pedregales.Soporta estos leves sedimentos compactados por la pezuña del ganado, pastos ahora húmedos que luego sufrirán los rigores del sol. Se apresura en estos primeros días de sol , porque necesita espacio abierto antes de que toda la vegetación se despierte. Son tan leves las hojas del azafrán que no puede permitirse ninguna sombra que obstaculice el acopio de energía.
Como Crocus nevadensis es de tierras de montaña y tierras de llano, espacios ricos de diversidad botánica, dedico esta flor a Pedro Montserrat Recorder,(1918-2017) uno de nuestros más elevados botánicos que falleció el pasado 4 de febrero. Botánico y ecólogo, que caminó por aquí y por allá y nos dejó escrito en sus obras el tesoro de su conocimiento. Él conoció nuestros yesos tanto como los prados de montaña de los que era un especialista. No sólo naturalista, estuvo también comprometido con la gente y la cultura, baste citar una de sus numerosas obras "La cultura que hace el paisaje". Lección que nos enseña que gran parte del paisaje es obra del hombre, y que si éste obra con inteligencia el territorio es rico y sostenible. Somos responsables del paisaje que tenemos. Él nos impulsa a defender nuestro entorno, a conocer y difundir el valor de nuestros cerros y yesos, riberas y terrazas, llanos y vaguadas. Pedro Montserrat todavía nos está diciendo que no basta con conocer las plantas por sus nombres, además nos abre el camino para comprenderlas, para aprehender el paisaje.

Polygonum persicara, Polygonum lapathifolium. Persicaria

Polygonum persicaria

Que sea otoño no impide seguir disfrutando de la riqueza de nuestras flores. El atento caminante observará que hay especies que prolongan más allá del verano su ciclo vital, o incluso lo acentúan cuando las demás plantas están ya en declive. Polygonum pesicaria y su pariente P. lapathifolium son plantas anuales, y aún así tienen un porte alto, grandes hojas que han estado desarrollándose durante todo el verano, y ahora las vemos floreciendo. Ambas viven cerca del agua. Los flexibles tallos les permitirán incluso resistir una posible avenida del río, y si éste las rompiera, de los gruesos nudos saldrían raíces adventicias que le permitirían sobrevivir en el limo donde fueran a parar los restos desprendidos.
P. persicaria, con la ócrea ciliada.


Las dos son similares, más robusta la segunda, y con la mancha en el centro de la hoja menos visible. Un rasgo que las distingue con claridad es observar allí donde se inserta una nueva rama. Una funda foliosa abraza el tallo en el nudo, es como la polaina que cubre parte de la bota y el tobillo.






P. lapathifolium y su ócrea sin cilios
Los botánicos le llaman a esta hojuela ócrea, lo que demuestra la formación en cultura clásica que había en los científicos de los siglos pasados. En sí, este  término está tomado por analogía de la greba que los griegos utilizaban en su armadura de guerra. Homero nombra esta pieza en la Ilíada para describir a los aqueos (griegos) de hermosas grebas  y la cita en la lujosa armadura que el dios Hefesto fabricó a Aquiles, las grebas estaban sujetas con hebillas de plata. Era ésta una pieza que protegía desde el tobillo hasta la rodilla. Los romanos siguieron utilizando esta prenda de guerra y en latín la llamaban ócrea.
Volviendo a nuestras dos plantas, la ócrea de P. persicaria observaremos que prolonga los nervios que la componen en filamentos que sobresalen por la parte superior. En P. lapathifolium la ócrea carece de esos cilios.
Hojas de P. lapathifolium
Si pensamos que la  ócrea tenía en la indumentaria militar de la antigüedad una función protectora, fácil será usar este dato como regla nemotécnica para recordar que P. persicaria tiene virtudes vulnerarias. El emplasto de sus hojas y el jugo que desprenden se utiliza para acelerar la cicatrización. A su vez, el cocimiento de la planta es astringente.

Verbena officinalis

En algunas ocasiones la etimología juega con el significado de las palabras y nos envuelve en redes caprichosas trazadas por el tiempo y el uso de las personas. Es el caso de la palabra verbena que nos evoca una fiesta prolongada casi hasta el amanecer en la que el baile es protagonista. También es el nombre milenario que se otorga a esta planta modesta de porte  que frecuenta lugares intervenidos por el ser humano.
Un gesto que todavía perdura en los rituales de bendición, alejamiento de espíritus malvados o de sacralización es agitar un racimo de hojas, a menudo dispersando agua o vaharadas de humo. Los sacerdotes de la antigua Roma así hacían en largos rituales que podían extenderse por toda la noche, y para este fin utilizaban plantas consideradas sagradas. Una de ellas, quizá la preferida, era la verbena, ya llamada así desde entonces por los sacerdotes y que más tarde C. Linneo conservaría para designar este género. La vida construye su retórica y así con esta sinécdoque (la parte por el todo) pasamos a llamar al ritual ( la fiesta que nos hará bailar hasta que despunte el alba, el todo),  con el nombre de la parte, la discreta flor de la verbena.
Si para aquellos oficiantes romanos la verbena (la planta) era sagrada sería porque ya se conocían sus virtudes. Curiosamente entre las principales propiedades de esta planta figura ser una estimulante del sistema parasimpático, que lejos de excitar y enervar como hace la fiesta y el baile, induce a la relajación y a la depresión de toda excitación. Sería planta de más ayuda para los que sufren la molestia de vivir próximos a una verbena, su ayuda podría evitar pasar una noche de insomnio, o al menos llevar con menos amargura los excesos de ruido producidos por los que rompen el silencio de la noche. Pero al igual que el exceso de verbena (fiesta) puede producir efectos no deseados, también hay que recordar que la acción de la verbena (planta) tiene sus contraindicaciones. Y es que no hay nada gratuito, todo pasa factura cuando no hay mesura. 
Os deseo que  disfrutéis a vuestra manera de las fiestas patronales de Barbastro, ( u otras verbenas).

Lamium purpureum

Ya metidos de lleno en la primavera, nuestros órganos sensoriales trabajan al límite sobrepasados por la explosión de sensaciones que les llegan. Los aromas florales nos infunden optimismo y vitalidad. Todo tiene sus excepciones, y aunque asociamos flor con fragancia, muchos ejemplos desmienten esta supuesta ley. Ya lo sabemos de Psoralea bituminosa, de penetrante olor a petróleo.  También tenemos noticia del desagradable olor de las hojas de  Iris foetidissima. Son plantas con las que hay unanimidad respecto a su mal olor. En otras ocasiones la psique de cada humano decide si el olor es agradable o no, como sucede con Santolina chamacyparissus.  



Las plantas son fábricas químicas. En su elaboración de azúcares y compuestos orgánicos, destilan fórmulas que se traducen en respuestas al medio en el que les ha tocado vivir. Así como hay fórmulas que son atractivas y sugerentes para los insectos que han de polinizarlas, también estas mismas fórmulas pueden ser repulsivas a otros seres vivos. Una mosca se sentirá atraída ante el olor de las diminutas flores de Muscari neglectum.         De la misma manera  un herbívoro apreciará el agradable sabor de las hojas  y flores de Aphyllanthes monspeliensis.  En ambos casos planta, insecto y herbívoro salen beneficiados. Sí, incluso ser parcialmente ingerido puede ser interesante. Está comprobado cómo algunos herbívoros al ramonear las hojas favorecen el crecimiento de tallos secundarios o de cepellones más densos y por consiguiente más productivos de flores y semillas. En otras ocasiones permitir que un herbívoro ingiera las semillas significa que algunas de ellas viajarán en el aparato digestivo del comensal y permitirán la dispersión de la especie.  Pero en otras ocasiones hay que disuadir a los ingratos comensales. La vía más sencilla es disponer de un arsenal de sustancias químicas que sean poco agradables, bien por el sabor, bien por el olor. Sabor y olor  están unidos en las sensaciones sensoriales. Los estímulos olfativos llegan al sistema límbico y al hipocampo. Lo más primitivo de nuestro cerebro, pero que también está más ligado a nuestros impulsos y emociones. Rápidamente aprenderá este cerebro preconsciente si esa planta es agradable o desagradable. Si guarda buen o mal sabor. El lenguaje de la planta es rápidamente comprendido. Un lenguaje expresado en aromas que instintivamente nos provocan acercamiento o rechazo.
Lamium purpureum es una hierba anual con pequeñas flores agazapadas bajo grandes brácteas dentadas con forma de hoja. Estas brácteas suelen teñirse de púrpura en el ápice de la planta y se apiñan formando una inflorescencia densa. Podrá encontrarla en los frescos herbazales que verdean las cunetas cerca del puente de Santa Fe (puente de Hierro), abunda en rincones junto a la pista de servicio a fincas que discurre paralela al río.( coordenadas 31T 0261171-4658557, 350m).
 Dejaré al curioso caminante que descubra cuál es el mensaje que nos envía Lamium purpureum

Sedum caespitosum


También lo cotidiano y próximo esconde sus sorpresas.
Un sencillo paseo por el arcén  que conduce hacia el Instituto Martínez Vargas se puede convertir en una agradable sesión botánica con sólo mirar detenidamente unas pequeñas manchas rojizas que se confunden con la gravilla. Pequeñas plantas de tan apenas cinco centímetros  crecen aisladas unas de otras, discretamente dispersas.

Con detenerse un momento y aproximarse a una de estas plantas se comprobará que las hojas son carnosas, como es común en el género Sedum. Es una planta de la familia de las Crasuláceas, no un cactus, que también responde a la aridez conservando el agua en las células de la globosa hoja. Tallo, hojas y flores son rojizas. Sólo las flores son blancas por el exterior, pero del mismo color rojizo en su cara interna. Son también carnosas pero agudas y rígidas. El caminante que quiera disfrutarlas tendrá que dejar a un lado la timidez y acercarse al suelo, aunque algún otro viandante lo mire con cara de interrogante.  Procurará no sucumbir a la tentación de tirar de ella para acercársela, pues tan leve raíz como tiene no podrá evitar que se lleve la planta entera, y el caminante respetuoso no quiere hacerle daño. Más todavía si está informado de que se  trata de Sedum caespitosum, y que dicha planta es considerada muy rara en Aragón. Una rareza así, aunque crezca tan cerca, tan a la mano, tan próxima, hay que procurar conservarla, y verla cada año motear de rojo la gravilla que tan cotidianamente pisamos.

Artemisia herba-alba. "bocha, ontina"

Son varias las plantas a las que la cultura popular denomina bochas y ontinas. Tienen en común  ser materia prima para hacer escobizos, o tener las hojas menudas y recubiertas de una borra blanca. Artemisia herba-alba es una de ellas, y florece ahora, cuando en los pobres suelos donde habita cae la lluvia de otoño. En nuestro territorio es fácil ver ontinares en las redondeadas lomas de las Baldorrias y Valdemora. Las hojas son  muy pequeñas y divididas en segmentos romos. Si la sequía les apura se recurvan sobre sí mismas y crecen apretadas en pequeños grupos sobre las sarmentosas ramas, de no más de dos palmos de longitud. Con las últimas lluvias caídas en octubre desarrolla unas cimas en las que aparecen las diminutas flores, tan pequeñas que apenas se distinguen. Al principio se tiñe el capítulo de púrpura y después asoman segmentos amarillos.
 Toda ella desprende
fuerte y montaraz aroma.
Tan sencilla y discreta planta tuvo el honor de ser dada a conocer en el mundo científico por una de las mayores eminencias botánicas de Aragón: Ignacio Jordán de Asso, multidisciplinar lumbrera intelectual, autor de varias obras que inauguran el conocimiento científico de la flora, geología y fauna de Aragón, allá por los años de la Ilustración. En cierta ocasión ya nombré en este blog en qué medida era estimada su labor fuera de nuestras fronteras, hasta el punto de que el francés Dufour le dedicó uno de nuestros narcisos. Eran los tiempos del entusiasmo científico. La época en la que se realizó un notable esfuerzo en identificar, describir, catalogar con criterios dirigidos por la razón  todo cuanto nos rodeaba. No es que no se conocieran esas plantas anteriormente. La Artemisia herba-alba ya se utilizaba como vermífuga, y también para acondicionar las digestiones a pesar de su discreta toxicidad. A los ilustrados les correspondió la tarea de establecer las primeras relaciones de parentesco, de indagar racionalmente sobre los vínculos entre los seres vivos entre sí y de éstos con el espacio que habitan.  Ya han pasado más de doscientos años y todavía queda mucho por descubrir. Nuevos análisis químicos desvelan propiedades hasta ahora no conocidas. El análisis genético permite afinar la línea evolutiva de las especies que nos rodean. Los ilustrados hicieron denodados esfuerzos por aplicar las ciencias de la Naturaleza para la mejora de la sociedad. Todavía queda mucho por mejorar.

Saponaria officinalis. "Jabonera"

La jabonera es una planta de la familia de las Cariofiláceas, pariente de claveles y silenes. Es de porte robusto y le son propicios los lugares húmedos. Podemos ver ahora unos pocos ejemplares frente a las puertas del Instituto Martínez Vargas de Barbastro, y también en el camino del Vero entre el puente de Hierro y la ermita de la Virgen del Plano
En 1753 Linneo describió el género Saponaria. En el bautizo utilizó un latinismo, como tantas otras veces. El latino "sapo" que se traduce como "jabón" sirvió para designar este grupo de plantas que al contacto con el agua desprenden algo de espuma. Como debía ser una planta siempre presente en las oficinas de las boticas el nombre lo redondeó: Saponaria officinalis. 
Pese a que en aquella época era una planta de uso habitual para lavar la ropa, bien poco debió utilizarse para el aseo personal. Todavía imperaban las ideas medievales de que el aseo con agua no era sano ni para el cuerpo ni para el espíritu. La higiene se reducía a limpiarse someramente con paños secos, a vestirse con ropa blanca porque supuestamente absorbía la suciedad y a perfumarse para ocultar el olor corporal. 
Abandonados habían quedado los baños de las culturas griega o romana, o la higiene que prodigaban las culturas árabes.
En la Europa del siglo XVIII las clases pudientes y algunos eminentes médicos desaconsejaban el baño con agua, más aún si era caliente porque se abrían los poros de la piel y pensaban que por allí podían penetrar los malos efluvios del ambiente. Tenían a gala no bañarse más de una vez al año, y de forma apresurada. La limpieza quedaba reservada a la ropa. 
 Eran las normas de comportamiento de la clase dominante, en la que los pálidos rostros  y las suaves manos  surcadas de venas azules eran señales evidentes de  una posición social que estaba alejada de aquellos trabajos que tuvieran que realizarse a pleno sol y con las manos. Poco sabemos de los hábitos de higiene del pueblo llano. Podemos imaginarnos la situación en las ciudades, si consideramos que en líneas generales carecían de agua corriente, y de sistemas de saneamiento.
Las ideas cambian, incluso cambian los conceptos que a veces se presentan como fundamentales e indiscutibles. El sentir del común en muchas ocasiones  no es coincidente con lo más acertado. 
Hoy la industria de la higiene genera cuantiosos beneficios y su publicidad nos lanza mensajes continuamente, hasta el punto de que casi es una obsesión. Detergentes agresivos contra nosotros y el medioambiente todavía se siguen produciendo. Y son lentas las medidas que impiden preservar aguas y suelo de la química de la higiene. Hace falta que el sentir del común adopte como suya la máxima de que la higiene del cuerpo es tan necesaria como la higiene de la Tierra.



Satureja montana. "Ajedrea, sabiduría, salseta"

Ya están en las fruterías y tiendas de semillas las bolsas de olivas dispuestas a ser aliñadas. Los olivos de la comarca enseñan los frutos que ya comienzan a tiznarse de oscuro. Aquellas que no se conviertan en el exquisito aceite del Somontano serán destinadas a oliva de mesa en sus múltiples variedades. Yo prefiero el sabor concentrado de las olivas negras arrugadas, curadas entre sal seca y el frío de Enero. Las negras y tersas curadas en salmuera aguantan bien durante mucho tiempo y son excepcionales para hacer una pasta con pepinillos y anchoa. Pero todavía falta para recogerlas. Ahora comienzo a coger las olivas verdes, algunas entreveradas, para aliñarlas en salmuera con ajedrea. 
Es la ajedrea una planta leñosa que crece en graveras que ocasionalmente quedan irrigadas. También prospera en claros de carrascal, tomillares, roquedos. Es más abundante desde la Carrodilla hacia el norte. En Barbastro hay algunos ejemplares en las graveras de la Boquera, también es frecuente en las gleras soleadas del camino del Vero entre Barbastro y Castillazuelo. La distingue su buen aroma, las hojas abundantes que cubren los tallos, agudas, estrechas, enfrentadas unas a otras, con cilios dispuestos en los bordes. Es áspera al tacto, pero suave al olfato. 
Las flores se agrupan en ramilletes al final del tallo, y son blancas, con dos labios, de los que el inferior está dividido en tres lóbulos. El cáliz tiene cinco sépalos agudos. Da gozo ver los apretados racimos de flores entre las lisas piedras del Cinca.
De la ajedrea está probado que tiene virtudes aperitivas, que se aprovechan con su presencia en el aliño de las olivas, pero también se toma en tisana con las mismas funciones, o para favorecer la digestión. 
De un tiempo a esta parte se puede encontrar en las floristerías de Barbastro y tiendas de semillas macetas de ajedrea, que por un módico precio permiten tener esta planta en casa todo el año. Es planta perenne, por lo que disfrutaremos verla crecer y extenderse por un amplio tiesto, tener su aroma al alcance de la mano,  y llegado el momento cortaremos ramillas para el aliño necesario de nuestras olivas, o quien sabe si para aromatizar un guiso o un buen plato de alubias. Las del Cinca las dejo sin tocar, que son escasas y  bastante tienen con aguantar los secos veranos.

Humulus lupulus, "lúpulo"


Pocas plantas que podamos encontrar silvestres en el campo han pasado con apenas variaciones al uso industrial como lo ha hecho el lúpulo. Se sabe que ya fue utilizado en la Edad Media para aromatizar la cerveza, pero  la historia del cultivo del lúpulo en España no comienza hasta principios del siglo XX, con las primeras investigaciones sobre este cultivo en España. El objeto  era  regularizar el suministro, evitando la inseguridad que suponía la utilización de lúpulo silvestre, y reducir las importaciones. En aquel momento se abastecía a las más de 35 empresas cerveceras que había en España.  Galicia fue la pionera, pero en la actualidad la producción la lidera León, seguida de lejos por La Rioja y La Coruña.
El lúpulo es una especie dioica, es decir que presenta pies masculinos y pies femeninos. Para la producción de la cerveza se emplean las flores femeninas, que están agrupadas en glomérulos y están protegidas por brácteas. Cuando las flores maduran las brácteas se ensanchan y toman el aspecto de un cono de aspecto papiráceo. Es en ese momento en el que se emplean para la elaboración de la cerveza, puesto que entre las escamas se desarrolla una glándula que produce lupulina. La lupulina contiene una resina que aporta el sabor amargo,y aceites esenciales que añaden a la cerveza el aroma característico. Hace un tiempo tuve el placer de ayudar a Angel Lorente, amigo y colega en la música, a elaborar cerveza artesanal. Fue un regalo para el olfato la manipulación y cocción de las maltas, pero el culmen fue el momento en el que sumergimos el lúpulo en la malta elaborada. Se multiplicaron por mil los aromas y matices, revivieron  recuerdos de sensaciones producidas por las buenas cervezas que hasta ese momento había bebido.
El lúpulo es una planta de presencia escasa en Aragón, y aún rara en amplias zonas. Nosotros tenemos la fortuna de ver notables ejemplares en la confluencia de los ríos Vero y Cinca, así como alguna mata que trepa por los taludes próximos al puente de Santa Fe. Es una planta que crece en los sotos. Tiene  crecimiento longitudinal, por lo que necesita el apoyo de árboles o carrizos hasta alcanzar los 4 o 5 metros. Las hojas salen directamente del tallo principal, con un largo cabillo, y se distribuyen opuestas por pares. Son las hojas anchas, con tres o cinco profundos lóbulos, similares a las de la vid.
Tradicionalmente  se han utilizado los tallos tiernos para comerlos cocidos como si fueran espárragos. Fiel a su familia , las Cannabináceas , tiene compuestos levemente narcóticos. Se ha utilizado como ligero sedante ya que sus ácidos tienen efectos similares a la melatonina. Para favorecer el sueño y ahuyentar pesadillas se rellenaban las almohadas con las flores. Estudios actuales avanzan la posibilidad de utilizar compuestos químicos existentes en el lúpulo para regular los lípidos en la sangre y  como anti-inflamatorio en procesos reumáticos y fibromialgias.
Los ácidos que contiene el lúpulo tienen efecto anti-microbiano. De esto ya se dio cuenta Hildegard von Bingen, (1098-1179)  abadesa  del monasterio de Rupertsberg , Alemania.  Esta culta mujer  describió en su obra Liber simplicis medicine o Physica las virtudes del lúpulo como conservante natural de la cerveza. Y es que sin saber ella de la existencia de las bacterias, ya descubrió que el lúpulo preservaba tan preciado brebaje de la corrupción.

Camino de El Pueyo. Teucrium aragonense.

Teucrium aragonense es un endemismo ibérico oriental, que se da sólo en Aragón, Cataluña y Levante. En las inmediaciones de Barbastro la vemos ocupando taludes, pastos secos, suelos soleados, junto a tomillos ,y en los claros de carrascal.
Las blanquecinas flores surgen agrupadas en cimas, al cabo de ramillas en las que las hojas se agrupan en verticilos separados regularmente.
Desprende un olor  algo fuerte, no del todo agradable.
Las hojas tienen el margen enrollado hacia el envés, y observándolo detenidamente se podrá observar que es ligeramente dentado.
Las flores tienen el cáliz verde, escasamente pelosas, característica que la diferencia netamente de su pariente Teucrium polium que posee el cáliz densamente tomentoso.
Francisco Loscos Bernal y José Pardo Sastrón describieron por primera vez esta especie de la familia de las labiadas terminando el siglo XIX. Haciendo alarde de su condición de aragoneses le asignaron el específico que a partir de entonces será usado por cualquier botánico del planeta.
Pardo la cita en su "Catálogo de las plantas de Torrecilla de Alcañiz" obra publicada a costa de su bolsillo en 1895. Es un  notable trabajo de catalogación y de etnobotánica. En el preámbulo a la obra, Pardo escribió refiriéndose a la ocupación de andar caminos identificando plantas : "Pero al ocuparnos hoy con especial atención en estas cosas, diríase que rejuvenecemos ,y nos hallamos nuevamente embreñados en aquellos barrancos y en aquellos bosques y fascinados por aquellas novedades de vegetación que nos atraían como con una especie de encanto; pues ya se comprende que el presente catálogo no es de hoy, sino que es el compendio de trabajos propios y extraños, trabajos que no son de un día ni de un año, sino más bien, como si dijéramos, de toda la vida." Así, José Pardo Sastrón, farmacéutico Turolense, nos anima desde las distancia de cien años a continuar recorriendo veredas y quebradas para disfrutar y hacer disfrutar a los demás con la flora de nuestra tierra.

De Barbastro a Hoz por Costean

Ruta ideal para bicicleta de monte que permite visitar algunos pueblos del Somontano de Barbastro, y otear otros más lejanos, siempre con el telón de fondo del Pirineo. En el ameno recorrido se disfrutan  pistas sinuosas de variados desniveles. 

Costean entre el mar de olivos. El Turbón de fondo.

Mirando hacia atrás, Cregenzán y el cerro de El Pueyo.

Costean
 Antes de llegar nos espera una divertida bajada tras la que hay que reaccionar para afrontar la empinada subida al pueblo.

Pasado Costean, disfrutamos de una amplia panorámica de la sierra de la Carrodilla, con el tajo que hace el Esera a su paso por el congosto de Olvena.

El pueblo y presa de El Grado. Asoma la torre nueva del complejo de Torreciudad.

El Pirineo está siempre presente. Peña Montañesa, con toda la serpenteante figura de sierra Ferrera. Cotiella completamente vestida de blanco.

Coscojuela de Fantova

Las mayores alturas de Guara aparecen nevadas.

Una parada para fotografiar a Buglossoides arvensis y de paso beber agua.




























El destino de la ruta, Hoz de Barbastro, detrás Salinas de Hoz.
Hoz de Barbastro

























Salinas de Hoz























Ya en Hoz, un esfuerzo más para subir hasta el promontorio rocoso donde se erige la iglesia. A los pies el amplio horizonte del Somontano.

Unas escaleras metálicas permiten subir a un aéreo mirador.
En las zonas más umbrosas de este resalte calizo crece el felze (Polypodium cambricum  subsp. cambricum)



























Tiene los soros preparados para comenzar el ciclo reproductivo.















Desde esta atalaya contemplamos la disposición de las casas de un barrio de Hoz.


Emprendemos la vuelta a Barbastro, en dirección hacia Montesa. Antes miramos atrás para despedirnos de Hoz.
























Parte del trayecto de vuelta lo hacemos por la cabañera, amplia ruta bordeada por encinas ramoneadas en la base por la oveja.

Detalles de la ruta y track para GPS en Wikiloc
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6249165