Camino de El Pueyo. Allium ampeloprasum y allium roseum. Un puerro y un ajo silvestres

Avisa de su presencia con el estandarte de su cabeza de flores. De una vara surge una esfera rosada donde multitud de pequeñas flores rosadas se abren sincronizadamente.
Allium ampeloprasum es el orígen silvestre de los sabrosos puerros que se cultivan en la huerta. Con demasiada frecuencia asociamos la vida prehistórica a la actividad cazadora y carnívora, pero sin duda, la base alimenticia, por lo menos más segura, se basaba en los vegetales. Podríamos imaginarnos a nuestros antepasados recolectando estos puerros para preparar un ancestro de crema de puerros, o un asado a la piedra de los brotes tiernos, o como condimento de un guiso. El sabor sería un poco más amargo, pero  llegaría un momento en que las mujeres ,como aseguran los antropólogos,  seleccionarían  aquellos que resultasen más agradables al paladar y aprenderían a cultivarlos, mientras los varones del clan andaban por el monte corriendo tras algún cuadrúpedo. De su selección secular deriva el actual  y sabroso puerro.
Mucho más discreto es el pequeño ajo que también crece en las inmediaciones de el Pueyo. Las flores de Allium roseum se agrupan en un racimo más irregular que esférico. Aun siendo de porte más pequeño, las flores son muy llamativas por el delicado tono rosado y su tamaño. Gusta crecer en ambientes soleados, de manera dispersa. Frotadas las flores o las hojas con las manos enseguida reconoceremos el característico olor de este género. Sin embargo no es el origen salvaje del actual ajo de huerta.

Camino de El Pueyo.Hypericum perforatum. "Hierba de San Juan, pericón"

El día de San Juan, el Sol, y algunas especiales plantas guardan un estrecho hermanamiento. Una de las más especiales es el hipérico. Es frecuente encontrarla en plena floración cuando se produce el solsticio de verano. El vástago florido presenta un numeroso racimo de grandes flores, que reflejan los dorados rayos solares con una intensidad inigualable.
Es planta valorada por sus comprobadas virtudes vulnerarias y cicatrizantes, sanadora de golpes y heridas además de añadir sus efectos calmantes. Su protección, por analogía, se extiende al mundo mágico, fue utilizada como protectora de la casa y sus moradores. Es una más de las plantas de las que se espera conseguir su máximo efecto si se recoge en la noche mágica de San Juan, y que  antaño  se preparaba en  maceración en aceite de oliva, antes de que saliera de nuevo el sol, para tener ungüento para el resto del año, al estilo del bálsamo de Fierabrás. Así Cervantes trae a colación un aceite de receta más elaborada y no ficticia  cuando cita el aceite de Aparicio en el capítulo XLIII de la segunda parte del Quijote. Cuenta como la hermosa Altisidora  cura a Don Quijote de las heridas de unos gatos con este aceite en cuya fórmula aparecía el hipérico. 

Al margen de estas consideraciones, vale la pena observar atentamente las flores pentapétalas, de la qué veremos salir larguísimos filamentos terminados en las anteras portadoras de polen. Tanto en estos filamentos como en los márgenes de los pétalos es frecuente observar glándulas oscuras.
Ya entrados en detalles, nos fijaremos en las hojas. Si las colocamos al trasluz veremos con nitidez unas aparentes perforaciones, que no lo son tanto , puesto que son pequeñas vejigas en donde se acumulan los aceites esenciales que otorgan propiedades a esta planta, y que justifican su nombre específico.

Sendero de agua por el Entremont.

15 de junio de 2013
Una alternativa acuática al sendero que recorre el estrecho del Entremont es hacerlo en piragua. Cuando el embalse de El Grado está lleno, el agua contenida se adentra en el estrecho y amortigua la corriente que viene de la presa de Mediano durante unos cuantos metros. Son los metros suficientes para recorrer la parte rocosa del estrecho, disfrutando de las oquedades formadas en los paredones. Este año he venido acompañado de mi hermano Ricardo.

Comenzamos a remar cerca del puente de Ligüerre. Atrás vemos este pueblo restaurado, la tarde está apacible y calurosa, pero como iremos siempre por el estrecho, prácticamente no nos dará el sol durante todo el paseo.

Atrae poderosamente el color del agua y los reflejos que se crean en estos remansos.


Nos acercamos a las orillas para ver de cerca las caprichosas formas de la roca. En este caso, la disolución de las rocas calizas de la parte superior forman bandas verticales grises que cubren la roca base.


La combinación de fracturas y erosión del agua han formado algunas grutas.



El extraordinario color del agua crea efectos mágicos al reflejar las formas de la roca.

Alguna cueva tiene las dimensiones suficientes como para navegar por su interior.

 Líneas perpendiculares





















Bóvedas.

Azules.

Reflejos

De vez en cuando giramos la piragua en redondo para contemplar el camino recorrido.

Desde un recodo vemos allá en lo alto la ermita románica de San Emeterio y San Celdonio  y parte del torreón del castillo de Samitier, antiguo vigilante del paso.


Un margen pedregoso sirve de base para que crezca una valerianacea, Centranthus angustifolius, con sus características hojas estrechas y lanceoladas.
























La emborrachacabras, Coriaria myrtifolia,  muestra sus frutos.


Poco a poco la corriente se hace más intensa. El embalse ha dejado paso al río. Tenemos que remontarlo y para eso vamos aprovechando las protecciones que nos brindan las contracurvas y resaltes del río.Sus contracorrientes nos ayudan un poco, aunque alguna vez debemos cruzar al otro lado del río para continuar río arriba.

Hemos subido lo que las fuerzas nos han permitido, ahora ya nos dejamos arrastrar corriente abajo, plácidamente, hasta encontrar de nuevo las calmas aguas del embalse. Damos por terminado el paseo.